Un hada muy bella y muy buena paseaba un día por el bosque con sus duendecillos, de repente vieron algo moverse detrás de un arbusto. Los duendecillos, curiosos, se acercaron para ver qué era y ¡Oh! ¡Sorpresa! ¡Era un bebé!

El corazón del hada se conmovió al ver una criatura tan pequeña abandonada e indefensa, pero ella no podía cuidarlo porque no podía llevárselo a su mundo mágico, así que lo dejó en la puerta de una cabaña de leñadores que vivían en el bosque, y le dejó como regalo el don de la valentía y la bondad.

La familia cuidó del bebé como si fuera suyo y cuando fue creciendo el niño iba con su padre a cortar leña, y le ayudaba en sus quehaceres.

Cuando se hizo mayor y se quedó solo, empezó a hacer juguetes para los niños y todas las Navidades baja de la montaña con su fiel burro para repartir sus juguetes entre los niños.